Situaciones en las que deseas que
la tierra se abra para esconderte en ella, he tenido muchas, tantas que algunas
a bote pronto no las recuerdo, cuando eres despistada, bocazas y encima sorda,
lo lógico es que te ocurran situaciones de todo tipo, graciosas, humillantes,
vergonzosas.
Una de las situaciones que más
vergüenza pasé, o más humillada me sentí,
ocurrió hace varios años, muchos, yo era una cría e iba con mi hermana y
unos amigos a Benidorm, al parque acuático.
Pues lo típico, todo el día en
bikini, subiéndote a todos lados, tomando el sol, decidimos meternos en una
atracción en la que había dos toboganes gigantes, en las que te tirabas y
aterrizabas en una gigantesca piscina dividida por una línea de separación
entre los dos toboganes para el que el de la izquierda no tropezara con el de
la derecha, o viceversa.
Después de estar aguantando una
cola, de que me midieran, me dejaran pasar, saludara a mi hermana allá abajo,
me tirará con toda la bestialidad que una cría puede acumular y que del impacto
aterrizará en el otro lado de la línea de separación, en ese momento con todo
el pelo mojado pegado a la cara ni me di cuenta, pero cuando vi que mi hermana me
hacía gestos desesperados para que me apartara y el chaval que se estaba
tirando desde su lado no chocara conmigo, las cosas se empezaron a liar.
Al ver a mi hermana y sus gestos
intenté nadar hacia mi lado pero justo en ese momento el monitor desde allá
arriba cogió el megáfono y empezó a gritar como un enérgumeno:
¡¡¡túuuuuuuuuuuuu!! ¡¡¡¡APARTAAAAAAAAAAAAAA!!!!!
Para seguir con un tono borde:
¡¡¡¡ESTAS SORDAAAAAAAA O ES QUE
ERES TONTAAAAAA!!!!
Mi hermana, con cabreo le soltó a
gritos, es sorda, si, qué pasa? O es que tú eres gilipollas?
La vergüenza que pase de ver a mi
hermana gritando, al monitor avergonzado y disculpándose y a la gente mirándome
algunos divertidos y otros con una especie de compasión que hizo que el resto
de la tarde me negara a montarme en ningún otro sitio pese a las insistencias
de mi hermana y a la amabilidad de los monitores.
Lo peor fue salir, no quería
salir, lo que quería era disolverme con el agua y desaparecer, al menos las
lágrimas de rabia ni se me notaron.
En fin, no volví a montarme en
más atracciones de esas, durante una buena temporada, hasta que la situación
más que humillación me empezó a hacer gracia.