martes, 8 de septiembre de 2009

pasado (im)perfecto I

El pasado nunca se puede cambiar, se puede aprender de el, se puede añorar, se puede magnificar, pero está ahí y es lo que te hace ser la persona que eres.

El pasado puede ser todo lo contrario a tu presente, eso es lo magnífico de la vida, o de las circunstancias personales, o de un golpe de suerte.

Si yo no hubiera tenido la rubéola a los seis años quizá mi pasado hubiera sido de distinta manera, mejor o peor, nunca se sabe, a veces las desgracias, por llamarlas de alguna manera nos hacen mejor personas, o nos hacen valorar más lo que tenemos, o nos hacen al contrario, más desgraciados aún, nos vuelven amargados, quizás sea nuestra forma de comportarnos en base a ello.

No lo sé, sólo sé que si hubiera oído:

No me sentiría como una idiota al reconocer en las comidas familiares que no recuerdo si mi padre cantaba mal o bien, aunque todos insistan en afirmar que tenía una voz grave y desafinaba, mi hermana se acuerda de su voz y se ríe al contar alguna anécdota, mis recuerdos son de la cara de felicidad de mi padre al cantarme el a mi burro y yo siguiéndole, probablemente éramos un cuadro patético de dos personas cantando.

Si hubiera oído, a los siete años no me habría atropellado un coche, en el segundo que me tomé para intentar averiguar que era ese chirrido y darme la vuelta ya me pilló, afortunadamente salí por las ruedas traseras sin un rasguño, ni habría repetido un curso, ni mis hermanos se lo hubieran pasado pipa tomándome el pelo cada dos por tres, ni mi abuela me hubiera pillado chupándome el dedo, ni habría descubierto la lectura ya que la tele no la subtitulaban por entonces, ni me habrían hecho una pequeña cicatriz debajo del ojo al jugar a la guerra ya que no oí el grito de ¡CUIDADO!

A los ocho años no habría pasado por la vergonzosa situación de hacer el ridículo en el circo al llamar los payasos a una niña del público para coger un papelito de una bolsa en un número cómico, pero la niña del público era yo y no entendí ni papa de lo que me decían, pero mi padre tampoco me hubiera enseñado a leer los labios con vasos de colores encima ni a intentar leerlos del revés, ni me hubiera estado a punto de ahogar en el mar, ni habría pisado una serpiente.

A los nueve años quizás al cambiarme de ciudad me habría resultado más fácil hacer amigos, pero lo único que conseguí fue ser objeto de chanzas e insultos por parte de los niños más mayores, pero eso mi hizo tener más sentido del humor y aceptar mejor a las personas, ni tampoco me habría caído tantas veces de los patines, y quizá me habrían invitado a más fiestas de cumpleaños, y quizá mi hermano me habría tratado de distinta forma, y lo más seguro que no me habría sentido tan sola en el mundo al morir mi padre, uno de los más grandes apoyos.

A los diez años no habría confundido el timbre de la puerta con un pedo que se tiro mi hermano, y menudo ruido hizo el cabrón que aún dudaba si realmente habían llamado a la puerta, vale, pero las risas del cabrón de mi hermano aún de vez en cuando en alguna reunión familiar sale a relucir, cuando jugamos a los te acuerdas??, ni me habrían ocurrido anécdotas varias de diálogos de Tip y Coll que han quedado para la posteridad.

A los once años hubiera descubierto lo maravilloso que es la música clásica pues tenía un profesor que nos ponía piezas relajantes durante los exámenes, ni me hubiera pillado mi madre haciendo chuletas ya que entraban en mi cuarto sin llamar, tampoco me hubieran pillado descubriendo el maravilloso mundo del onanismo, ni tampoco casi me habría ahogado en la piscina al no poder evitar el empujón de otra persona.

A los doce años quizá no habría tirado aquel plato de lentejas tan calientes ni hubiera quemado a mi hermana, ni me hubieran pillado soplándole las preguntas del examen a mi compañera, ni me habrían descartado en algunos partidos de baloncesto, ni me habrían afectado ciertos comentarios de gente idiota, ni me habrían tenido que llamar a grito pelado la atención con un….estás sorda o qué? En el parque acuático, ni me habrían prohibido subir a una atracción.

A los trece años quizá habría podido socorrer a una amiga que se cayó de la bici y estaba tirada en el suelo, no le paso nada grave, pero a mi me afectó demasiado, ni hubiera roto los vasos de la cocina al chocar con mi madre.

A los catorce no me habría vuelto tan rebelde, tan desobediente, tan gilipollas, tan solitaria, pero a veces hay que pasar por fases de esas, típica de la adolescencia, ni habría devorado tantos libros, ni habría hecho “pellas” ni habría cometido locuras para sentirme aceptada e integrada.

6 comentarios:

  1. Una gran verdad Lupilla...el pasado quieras o no, acaba participando en nuestro futuro.
    Y es que las vivencias marcan a la persona siempre, nos guste más o nos guste menos.
    Somos lo que hemos vivido en mayor parte.
    Unos lo demuestran ampliamente, otros lo ocultan, pero al final, la verdad siempre pesa tanto que a todos se nos ve el plumero por algún lado.

    Ya dicen que no es sano renegar de los orígenes...por algo será : )

    A ver si hablamos churri...eh???

    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  2. Si no hubieses pasado todas esas experiencias tal vez no serías la persona que eres hoy en día...

    ResponderEliminar
  3. Je, que chistosa!, y si no hubieras sido tu en todas esas etapas, quizás no hubieras tenido un blog, o hablaría de otras temáticas y no te hubiéramos encontrado!
    Por lo que a mi respecta, me alegro que siempre hayas sido tu y que ahora pueda leerte, la vida la veo como un cúmulo de circunstancias, entre hechos y opciones, que nos van indicando el camino, dejando atrás nuestros pasados (im)perfectos!!!.
    Besos...

    ResponderEliminar
  4. El pasado es lo que hace que seamos lo que somos, para bien y para mejor (ya lo ves). Sigo alucinada con el "paralelismo emocional", con sus particularidades, dicho sea, pero, ufff, parecen letras que salgan de mis tecleos nocturnos. Cuídate. ¿Valencia?

    ResponderEliminar
  5. chuspiña, para nada es un post de esos de "victimismo" si no me hubieran pasado esas cosas no podría reirme de mi vida, jajaja, no cambiaba nada, bueno quizás mi hermano jeje y si, a ver si hablamos joia que nunca conectas y ya sabes que los emilios son vagos y perezosos pero bueno te debo uno, y ya sabes que mi invitación sigue en pie, tanto por aqui como por allá, tu dirás jajaja
    un besazo y gracias por seguir pasandote por la taberna
    muy cierto bea, todos somos lo que somos por lo que eramos y seremos por lo que somos, uy que frase acabo de escribir, perdona
    un besazo
    gracias pyxys, es que es muy cierta la filosofía de Gasset "yo soy yo y mis circunstancias", besos

    ResponderEliminar
  6. hola mirta, bienvenida de nuevo...paralelismos? gracias por leerme, no Valencia no, a un euro de distancia en kilómetros
    besos

    ResponderEliminar