
Hoy he ido a Valencia, me van a hacer una calle si sigo así, tanta visita (sobre todo por los motivos que me incitan a ir), hace que cada vez le coja más cariño a esta gran ciudad, esta vez el motivo ha sido banal, pero necesario, nueve grapas me han quitado, las contaba mientras me las sacaba y pensaba pero si no duele, ya está, el mes que viene me pondrán la parte externa del implante, como dice mi hermana pidela rosa fosforito y con señalizador como los intermitentes, a lo que le conteste si claro, y con el trozo de pelo que me han dejado hago un campo de fútbol pa los piojos, no te jode. Fuera bromas, la verdad es que no sé que tienen estas pastillas que llevo una semana ya con la sonrisa permanentemente pegada, que parezco el gato de Alicia.
Como no podía ser de otra manera, me he llevado un libro para amenizar esas esperas, uno del que me han hablado muy bien, así que he empezado a leerlo pensando que seria un libro infantil e insustancial por que la contraportada y el dibujo no me decian nada, "el niño del pijama de rayas", hacía tanto tiempo que un libro no me absorbia tanto, atrapaba de tal manera y me sobrecogia porque está escrito con una sencillez y simplicidad como si nos situaramos a la misma altura de ojos que el protagonista, es como adentrarte otra vez en una historia mil veces contada desde diferentes ojos, ojos judios, ojos nazis, ojos femeninos, masculinos, pero esta es..... desde la óptica de dos niños uno a cada lado de la alambrada, la simplicidad e inocencia que desprenden cada uno, te desgarra el corazón y la ternura aflora en cada párrafo, me queda la mitad y estoy deseando aprovechar el desprecio de Morfeo hacia mi persona y terminar el libro esta noche, creo que me voy a comprar un paquete de kleenex porque mi intución que me falla menos que mi gayradar prevé un final desgarrador y de los que te dejan con una sensación de impotencia por querer poder cambiar la historia, pero la historia son como los humanos, repite errores uno detrás de otro, le cuesta aprender de ellos.
Mientras leía en el tren y sala de espera, recordé algo que ocurrió cuando era pequeña, sería mi primer contacto con lo relativo a lo narrado en el libro, yo tendría unos siete años y hacia uno que había pasado la rubeola que me dejo sorda, lo recuerdo por que estuve esperando que mis padres se fueran a cenar con unos amigos, queria estar completamente segura de que no me iban a pillar, y en cuando vi que la puerta se cerro tras ellos, me fui a la biblioteca de mi padre, era una biblioteca enorme,no como ahora que a cuatro baldas del ikea le llaman "biblio", las paredes estaban recubieras de muebles, rodeando toda la estancia, menos la ventana, había libros arriba y abajo, en el centro había una mesa grande y en un lado una pizarra, si, mi padre era profesor, los libros que estaban lejos de mi alcance, solían ser los considerados de "mayores", pero yo hacía días que no tenía material que llevarme a los ojos, y el hambre de letras me mataba, el "pulgarcito" ya m lo sabía de memoría y los cuentos de Perrault y Andersen 3/4 de lo mismo, así que ni corta ni perezosa decidí que a mis siete años ya era mayorcita, me subi a una de esas sillas para poder leer los títulos de los lomos de los libros, me encantaba acariciarlos, pensando que aventura me traerían, en aquella época al no haber subtitulos en las series y películas mi imaginación trabajaba el doble y los libros sustituian por las noches y en días de lluvia a mis amigos.........
toca ración medicina